TEXTO: SAMANTHA CASTRO
FOTOGRAFÍAS: LA REVUELTA Y FERNANDA ALVARADO
A través de expresiones creativas, más de 10 artistas y activistas visibilizan e invitan a sanar heridas ocasionadas por el sistema colonial, patriarcal y heteronormativo en la exposición «Sin Permiso».
Las artivistas convocan a repensar el arte como una herramienta para la acción política y social, que desde la pluralidad y los feminismos críticos, exploran la autonomía, el trabajo colectivo y la transformación de las realidades.
«Sin Permiso» se enmarca en la clausura de la segunda edición de la Escuela de Artivismo Feminista, del colectivo artístico-curatorial La Revuelta.
En Guatemala, los espacios de trabajo artístico son precarios. La activista, curadora y cofundadora de La Revuelta, Maya Juracán, dijo al medio Prensa Comunitaria que en el país han habido esfuerzos para promocionar la cultura; sin embargo, no se refleja la misma intención en incentivar la formación y educación artística, ya que menos del 10% de estudiantes de arte no llegan a graduarse en la educación pública. Esta situación ha generado mayor asistencia a pequeñas escuelas de arte, colectivos independientes y cursos ofrecidos por la Cooperación Española, argumenta Juracán en su texto.
A esto, se suma que de los pocos que existen, no representan una oportunidad segura y cómoda para las mujeres y cuerpos feminizados. En este contexto, la Escuela de Artivismo Feminista se consolida como una iniciativa de formación y producción artística colectiva dirigida a mujeres diversas de distintos territorios, con el objetivo de fomentar su profesionalización, utilizando el arte como forma de expresión sobre sus demandas y canalizar su resistencia frente a sus luchas.
“Uno de los aspectos más importantes de la Escuela de Artivismo Feminista es que se lleva a cabo en una casa liderada por mujeres; somos nosotras quienes tomamos las decisiones y definimos nuestras formas de relacionarnos. Esto nos permite ejercer plena autonomía en nuestro pensamiento y accionar político. Decidimos crear un hogar propio donde no tuviéramos que sostener las dinámicas de violencia para poder trabajar y resistir”, indica Jimena Galán Dary, curadora y gestora cultural de La Revuelta.
La Revuelta es una comunidad de aprendizaje que promueve la creación de espacios propios, rutas y metodologías en los campos personales, artísticos y profesionales, mediante la curaduría comunitaria y la incidencia feminista. La colectiva está conformada por Fernanda Alvarado, Jimena Galán Dary, Maya Juracán, Francis Susana y Vekis Morales.
Breve recorrido
«Sin Permiso» reúne obras de 14 artistas que participaron de la escuela de junio a octubre del presente año. “Los trabajos realizados por las artistas abordan de manera profunda y diversa temas de resistencia, identidad y justicia social. Cada pieza refleja la lucha de las mujeres y comunidades marginalizadas, utilizando el arte para visibilizar problemáticas históricas y actuales”, explica Francis Susana, coordinadora de galería y biblioteca de La Revuelta.
A continuación, se presentan las piezas expuestas.
Ana Rocío Silva Rivera
Cantos ocultos, instalación interactiva
La pieza consta de un espacio simbólico que encapsula la lucha de las mujeres por los territorios y en defensa de la naturaleza. Mediante los cantos de cuatro historias junto a los cantos de aves nativas, plantas colgantes y una estructura que permite la interacción, la instalación permite la reflexión en quienes buscan justicia ambiental y social.
Barrilete
Esencia del congreso, instalación
La artista y activista reflexiona sobre el Congreso de la República de Guatemala como un mecanismo ideológico estatal, el cual patrimonializa los derechos de las comunidades racionalizadas y busca borrar la memoria de los pueblos originarios. A su vez, problematiza la institución y la política guatemalteca por su «bipolaridad», a través de stencils elaborados con cajas de medicamentos psiquiátricos.
De esta manera, Barrilete ejerce una denuncia sobre la urgencia de atender la salud mental, en especial en un país que criminaliza a las voces disidentes y reprime su derecho a la manifestación y libertad de expresión.
Clara Reyes
No era amor, videoperformance
¿Qué tragamos en nombre del amor romántico? Es la reflexión que promueve Reyes a través de relatar 20 testimonios reales sobre experiencias de abuso verbal y psicológico en relaciones románticas. La psicóloga clínica y artista encarna la fragilidad que ocasiona digerir las frases violentas y el conflicto entre la memoria y el olvido de dichas vivencias.
Fátima Hidalgo
Cuando te conocí, tú ya te sentías absolutamente sola, poemario y collage
La poeta presenta un collage con intervenciones de fotografías de ella misma y extractos de sus textos líricos. Hidalgo aborda la deshumanización que atraviesan las personas queer durante el reconocimiento y desarrollo de su identidad debido a los estigmas sociales.
Jesse Reneau
Es abuso laboral, performance e instalación interactiva
Con la finalidad de denunciar el abuso laboral en distintos establecimientos de Guatemala, la artista, de manera acompañada, lleva al espacio público testimonios en los lugares en que se vulneraron derechos. Reneau resume las experiencias en frases, las cuales son rellenas con un sello que graba el texto «ES ABUSO LABORAL».
Kelly Ruiz (Kellyna, pata de yeso)
La barrialidad, performance
Para llevar a cabo el performance, Ruiz camina cubierta por un velo intervenido con velas en símbolo de la violencia sistemática que se vive a diario. Esto lo hace en representación de las vivencias en la barrialidad y la defensa de la autonomía universitaria en la educación pública.
Linda Chá
Hilos interrumpidos, instalación
La artista y estudianta universitaria maya K’iche-Poqomch’i plasma la transmisión de identidad cultural y saberes ancestrales entre las abuelas, madres e hijas. Esto lo realiza por medio de unir dos huipiles de distintas generaciones, ambos de Tamahú, Alta Verapaz, pero interrumpidos por un uniforme escolar y un rosario. Este descontinuo refleja la discriminación y racismo que habita en los espacios educativos y laborales.
Luisa Alvarado Aguilar
Desbordes, videoarte
La obra está compuesta por cinco videos protagonizados por distintas mujeres atrapadas en el mismo espacio. Los sentimientos de asfixia, frustración y agotamiento son representados en la pieza con el fin de encarnar lo extenuante que es para las mujeres mantener las expectativas sociales, sintiéndose así como objetos de consumo y de crítica constante.
Maru Archila
SINDICADA, performance, fotografía análoga y digital
Como consecuencia de un sistema de justicia ineficaz y que en ocasiones repetidas ha funcionado como un método de coacción y represión, la artista y activista Maru Archila, visibiliza los nombres y luchas de las personas que han sido criminalizadas, perseguidas o exiliadas a causa de esta estructura.
El performance se llevó a cabo frente al edificio de la Corte Suprema de Justicia del país y su documentación se exhibe al lado de otras piezas que ilustran la propia experiencia de criminalización de Archila.
Samantha Castro Sta. Cruz
¿Cómo se cuida una ausencia?, instalación
Partiendo de los marcos feministas, la artista invita a explorar y reflexionar sobre la complejidad de romper o dejar ir un vínculo. Para ello, reúne más de 30 testimonios de mujeres que dedican un último mensaje a las amigas que ya no están presentes en sus vidas. La obra se construye a partir de una estructura de madera que simula una casa o un refugio que es habitada por las ausencias de esas amigas.
Sindy Coxaj
Ámese aquí, videoarte
Coxaj crea un refugio, que al mismo tiempo encasilla, y permite a las personas LGBTIQ+ demostrarse afecto entre sí. «Si la gente no pudiera distinguir entre identidades de género, ¿habría problema con las muestras de afecto a la vista de otrxs?», pregunta la artista.
El videoarte consiste en que dos parejas, la primera conformada por dos mujeres y la segunda por la artista y un hombre, ingresan a una estructura metálica cubierta con una tela blanca para mostrarse cariño físico frente al Congreso de la República de Guatemala y la Iglesia Catedral Metropolitana, instituciones que han reprimido y excluido a la población diversa.
Sofía Elena
Re habitando la corporalidad, videoarte
Mediante el diálogo entre mujeres sobre la autoexploración y la expresión personal, la artista refleja las sensaciones y sentimientos que brotan al habitar el propio cuerpo, que a su vez, se encuentra bajo la influencia de discursos religiosos, culturales y sociales.
La pieza muestra un autoexamen de mama como un llamado al autocuidado. Asimismo, integra fotografías de calzones pintados por mujeres como autorretratos de sus vulvas, mientras se escuchan diálogos de sus conversaciones durante el proceso.
Yohana Q’alel
Tejer libertad, fotografía
A través de una serie de fotografías, Q’alel investiga el arte del tejido como un medio de expresión y resistencia frente a la globalización, al hacer visible el papel de pocas niñas de la comunidad de la artista, K’iche’ de Chi uwi’la (Chichicastenango), que preservan dicha práctica.
La fotógrafa pone en evidencia la técnica del tejido como un vínculo con la identidad cultural desde la infancia, así como redefine la carga simbólica que lleva consigo en la comunidad en mención.
Zitry Girón
Transfusión para el movimiento, videoperformance
Memoria de una transfusión, instalación
La artista exhibe dos propuestas. La primera consta de un videoperformance en la que Girón se realiza una transfusión de sangre mientras lee un texto en el cual relata sus vivencias en el movimiento estudiantil. Al terminar, coge la bolsa de sangre con las siglas MEU (Movimiento Estudiantil Universitario) y la coloca en un atril acompañado de claveles rojos. Esta estructura forma parte de la segunda pieza instalada en la exhibición.
El videoperformance y la instalación en conjunto simboliza el sacrificio y situaciones de violencia que se viven tanto dentro como fuera de la organización. Este dolor es guardado en la memoria y en el cuerpo de la artista, quien medita el impacto emocional y físico de dicha experiencia.
Creación artística como herramienta de sanación y resistencia
A modo de conclusión, las artistas crean un espacio de crítica y reflexión sobre las normativas sociales. También, levantan puentes entre los tiempos, como una forma de presentar la justicia social como un proceso continuo y colectivo sostenido por la creación artística. A través de la instalación, el videoarte, el performance y la fotografía, ellas hacen uso del arte como una herramienta de memoria y sanación.
“Esta exposición no es solo una muestra de arte, sino una oportunidad para experimentar el poder del arte como acto de memoria, transformación y construcción de comunidad”, detalla Vekis Morales, artista y diseñadora gráfica de La Revuelta.
Asimismo, Morales invita a que las personas visiten el espacio y contemplen cada pieza, no solo como un relato de resistencia ante contextos de represión y violencia, sino como una propuesta para imaginar futuros que celebren la diversidad de voces, identidades y memorias, a partir de un diálogo íntimo y comprometido entre las experiencias, dólares y esperanzas compartidas de quienes visitan y las artistas.
«Sin Permiso» estará disponible hasta el 30 de noviembre en sus dos sedes, Casa Revoltosa (7 calle 11-58, Zona 1) y El Círculo (11 avenida 7-19, Zona 1).