El maltrato infantil es el abuso y la negligencia contra las niñas y los niños, se manifiesta en la violencia física, emocional, abuso sexual, o explotación comercial. En Guatemala el maltrato contra la niñez puede considerarse como una norma social que constituiría un mecanismo de “disciplina o educación”, sin embargo, estas prácticas están lejos de la intención de educar; tiene una raíz profunda en una sociedad que ha sufrido violencia por décadas.
Mariela Castañón
Fotos: SBS
Este es el primero de una serie de reportajes realizados con el apoyo del International Center for Journalists (ICFJ) y de la Organización Mundial de la Salud, en el marco del curso virtual “Prevención de la Violencia en contra de la Niñez”.
Ruth (nombre modificado para proteger la identidad de la adolescente), tiene 14 años, viste una chumpa, un pants azul y unos tenis. Le gusta tejer a crochet, leer historias de suspenso y escuchar música.
La adolescente se sienta en una silla, frota sus manos con su pants, acomoda la mascarilla que le cubre la boca y la nariz. Empieza su relato, cuenta que desde el 6 de octubre del año pasado está institucionalizada en un hogar de protección.
Ruth vivía con su mamá y hermana de 9 años hasta agosto de 2019, pero se cansó de las violaciones sexuales de su padrastro, quien la agredía desde que tenía 6 años. El temor la detenía, pero no soportó más cuando descubrió que su hermana también sufría abusos sexuales.
El adulto agresor le dijo a la mamá de Ruth que la niña mentía y que “nunca la había tocado”. Ruth y su hermana huyeron de su casa y del agresor, se quedaron a vivir con su tía desde entonces.
Sin embargo, la vida de Ruth no cambió significativamente, en la casa de su tía debía lavar la ropa de toda la familia, atender la tienda, preparar la comida, limpiar la casa, cuidar de su hermana y tratar de seguir estudiando.
A pesar de las múltiples actividades, la tía de Ruth consideraba que “no hacía las cosas bien”, tampoco toleraba que la niña no pudiera entregar sus tareas, “lo peor fue cuando descubrió que tenía un novio, me decía que si yo veía un perro con pantalón también me iría con el perro. Yo me desahogaba llorando”, resume Ruth.
La adolescente intentó suicidarse. Un día después del maltrato cotidiano quería tirarse de la terraza, pero no lo hizo porque su hermana menor le pidió que no se lanzara. Ruth describe que su hermana es su motivación para seguir viva y por eso no pensó más en el suicidio.
Ruth hace una pausa, toma un poco de agua y continúa su relato, el último maltrato que sufrió de su tía fue cuando sujetó su cabeza y la estrelló contra la pared. Ese día los vecinos y un familiar fueron testigos de ese hecho y le advirtieron a la tía de Ruth que la denunciarían por maltrato, eso provocó que la mujer buscara un juzgado para institucionalizarla.
“Le dijo al juez que yo me le iba a escapar y que era rebelde”, por eso me institucionalizaron, explica Ruth, quien recuerda que está en un hogar desde hace 6 meses, sin comunicación con su hermana, quien más le preocupa.
La audiencia de Ruth se ha retrasado por distintos motivos, según relata. En esa audiencia se definirá si es posible ubicar un recurso familiar idóneo para ella, mientras ese momento llega tiene claro que no quiere volver a la casa de su mamá, quien sigue conviviendo con el hombre que la violó.
Ruth quiere reunirse con su hermana y cuidar de ella. También dice que quiere ser abogada para defender a las niñas que han sufrido violencia sexual y maltrato. Pide a los adultos que cuiden a sus hijos, que no los expongan a riesgos y que les presten atención.
Ruth es una de las 38,454 niñas agraviadas por el delito de maltrato contra personas menores de edad, en los últimos cuatro años, según datos solicitados a través de la Unidad de Información Pública del Ministerio Público (MP).
El delito de maltrato contra personas menores de edad está tipificado en el artículo 150 Bis del Código Penal guatemalteco y establece que quien mediante cualquier acción u omisión provoque incapacidad volitiva o cognitiva, daño físico, psicológico, enfermedad o coloque al niño en grave riesgo de padecerlo, será sancionado con prisión de dos a cinco años.
El círculo vicioso de una sociedad marcada por la violencia
Ruth y miles de niños en Guatemala han sufrido violencia y maltrato. Para algunos expertos estas prácticas están normalizadas y justificadas, tomando en cuenta el antecedente de 36 años de conflicto armado interno, donde prevaleció el autoritarismo y la represión de gobiernos que sometieron a la población con violencia.
De esa cuenta, Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, explica que es común escuchar una justificación de violencia recurrente contra la niñez, al decir “te pego porque te educo”, cuando es distinto emitir una sanción contra un niño, a ejercer violencia.
Por otro lado, Justo Solórzano, especialista de Protección del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), describe el maltrato como la agresión física o psicológica que un niño recibe de un par o de adultos.
“El maltrato es un tema difícil de abordar porque la población asume que el castigo físico o la denigración verbal de un niño puede constituir un mecanismo de disciplina o educación, esto es un factor que preocupa a Unicef”, dice Solórzano.
En noviembre de 2019, Unicef, elaboró el estudio “Comportamientos individuales y sociales sobre derechos de la niñez y formas de autoprotección contra la violencia”, en 18 municipios de los departamentos de Sololá, Alta Verapaz, Baja Verapaz, Chimaltenango, Quetzaltenango y San Marcos, e identificó que el 6.9% de adultos afirma que en su comunidad hay personas que portan armas de fuego y esto es considerado correcto o normal.
Francisco escapó de su casa
Francisco (nombre modificado para proteger la identidad del adolescente), al igual que Ruth, tiene 14 años y vive en un hogar de protección. Es alto, de tez morena, observa fijamente y después baja la mirada. El pasatiempo favorito del adolescente es tocar acordeón y de adulto le gustaría ser músico profesional y tener su propia escuela de música.
Desde hace 8 meses Francisco vive en un hogar, escapó de su casa en Santa Lucía Utatlán, Sololá. Un día abordó un bus con destino a la capital con el objetivo de dejar atrás las patadas y la violencia verbal que su papá ejercía sobre él, su mamá y hermanas y de 12 y 5 años, “no me gustaban los pleitos”, dice Francisco en referencia a la violencia intrafamiliar que sufrían.
Francisco llegó a la capital, pero la situación fue más difícil de lo que imaginó, no tenía casa y tuvo que vivir en la calle. Su mamá activó una alerta Alba-Keneth y fue así como lo localizaron a inmediaciones del Aeropuerto Internacional La Aurora en la zona 13.
El padre de Francisco trabaja en la agricultura y es alcohólico; su agresividad se refleja cuando está sobrio. Francisco quiere regresar algún día a su comunidad, pero no en este momento, “pienso regresar y reconciliarme con mi papá, ayudarlo en todo lo que pueda. Pedir perdón por lo que también he hecho, pero a largo plazo”, resume.
Cuando Francisco llegó al hogar no quería hablar de su familia, incluso había inventado un nombre para que la Procuraduría General de la Nación (PGN) no encontrara a sus parientes, dice que después de un tiempo entendió que debía identificarse.
Francisco desea que los padres de familia reflexionen que también fueron niños, que entiendan a sus hijos y los ayuden a superar cualquier obstáculo, sin violencia.
En el informe de Unicef elaborado en 2019, también se menciona que su personal visitó Santa Lucía Utatlán, Sololá, la comunidad donde nació Francisco; determinó que en estos lugares un 87.7% de adultos corrigen o disciplinan a sus hijos con castigos muy frecuentes, utilizando cincho, chicote, vara, golpes o gritos, además un 69% cree que corrige a sus hijos cuando los ignora, los hace de menos, les deja de hablar, los pone en vergüenza, discrimina o rechaza.
La crianza positiva versus crianza con violencia
En Guatemala no toda la población conoce que es la crianza positiva y como aplicarla. Unicef ha implementado “La Guía para la crianza de niñas, niños y adolescentes desde el amor y el buen trato”.
La crianza positiva empieza por reconocer que los padres, madres, cuidadores y cuidadoras no nacen sabiendo. Tampoco son perfectos y no se puede hablar de padres o madres malos, sino sin herramientas para criar de una manera adecuada, refiere Unicef.
Según esta guía, la crianza positiva se basa en el respeto a los derechos de la niñez y la adolescencia, promueve la educación sin violencia, se centra en el respeto mutuo y el afecto en la familia, promueve el control emocional y ve en las niñas, niños y adolescentes seres dignos de amor y cuidados.
Mientras que la crianza con violencia daña a las personas para toda su vida y quien la padece podría poseer sentimientos de inferioridad e inutilidad; sentirse aislados, abandonados o poco queridos; se les dificulta comunicarse y no quieren escuchar.
Además, aprenden que la violencia es la mejor forma de resolver los problemas y pueden reproducirla; pueden experimentar miedo o ansiedad debido a la presencia de un adulto que se muestra autoritario o agresivo.