Por Mariela Castañón
Conocí a Laura (nombre modificado para proteger la identidad de la joven) en marzo de este año. Laura nació producto de una violación, sufrió maltrato infantil y su mamá, la víctima de la violación, la quemó cuando tenía 6 años.
La primera vez que vi a Laura me pareció mucho más joven de la edad que tiene, 20 años. Ese día estaba en una actividad del Movimiento Jóvenes de la Calle. Cuando me la presentaron de inmediato se colocó la mascarilla para cubrirse la cicatriz que tiene alrededor de la boca. Estiró las mangas de su chumpa de colores y trató de taparse las cicatrices que también tiene en las manos.
Laura me dijo que a pesar de que han pasado varios años del maltrato infantil y las consecuencias que sufrió, todavía siente vergüenza de que la gente vea sus cicatrices, que la marcaron física y psicológicamente.
La joven me contó que su mamá, una mujer nacida en Zacapa, fue violada por su papá cuando era adolescente, “me odiaba a mí y a mi hermana porque somos hijas de mi abuelo”, explicó Laura.
Uno de los recuerdos más difíciles de asimilar para Laura fue cuando su mamá la castigó al colocar su rostro, manos y pies sobre las brasas calientes. Ella fue trasladada al Hospital Roosevelt, porque necesitaba que le colocaran injertos y le reconstruyeran las partes de su cuerpo afectadas.
“Cuando mi mamá me quemó no podía hablar ni caminar. Me sentía indeseable porque no merecía esto. Tenía 6 años”, dijo.
La vida de Laura no ha sido fácil, tampoco la de su mamá, a quien recuerda que solía tener arranques de ira que terminaban con golpes para ella y su hermana.
Cuando la mamá de Laura la quemó, fue detenida por la Policía, por maltrato contra personas menores de edad. Laura fue institucionalizada y cada vez que la veía en las audiencias entraba en pánico por el temor que le tenía.
La mamá de Laura también fue una víctima de la violencia, pero nadie la apoyó para restaurar el daño que le provocó su papá. El caso de esta joven y su madre ejemplifica como la violencia intergeneracional marca la vida de las niñas, las mujeres y de toda una sociedad.
En el Día Internacional de la Niña, 11 de octubre, es importante reflexionar y actuar por los miles de casos de violencia contra las niñas y las adolescentes guatemaltecas. Nos corresponde tratar de cambiar esta realidad, desde nuestro trabajo, en nuestro hogar, en este país al que pertenecemos. No podemos ser indiferentes ante una problemática que nos afecta a todos y todas.