TEXTO Y FOTOS: SAMANTHA CASTRO

En agosto pasado, la Universidad Rafael Landívar (URL), a través de su Cátedra de Género y Feminismos, llevó a cabo el primer simposio de género y feminismo titulado: “Historia, procesos e impacto de los movimientos de mujeres (siglos XX-XXI) en el imaginario feminista actual de la región centroamericana”.

Este encuentro reunió a académicas, activistas, estudiantes y lideresas comunitarias nacionales e internacionales, con el objetivo de analizar y discutir las ideas centrales, teorías y prácticas construidas a lo largo de más de un siglo en la región por movimientos de mujeres que han tejido un pensamiento feminista diverso y plural.

“Nuestra intención desde la cátedra era dar un panorama amplio sobre las luchas feministas de la región, así como las violencias contra nosotras, desde las distintas miradas de las mujeres que provienen de diferentes espacios de enunciación”, comenta Aida Toledo, coordinadora del Primer Simposio de Género y Feminismos.

El simposio nace por la organización del Departamento de Ciencias Humanísticas de la Vicerrectoría de Investigación y Proyección de Landívar y la Red de Mujeres Landivarianas.

Durante los dos días de encuentro, se llevaron a cabo conferencias, mesas de ponencias y un conversatorio. Algunos de los temas abordados son: Género y Feminismos en partes del sur global; cuerpo, sexualidad y resiliencia de las mujeres mayores; recorridos feministas, acceso a la justicia y resistencia política; violencias, cuerpos agredidos y situaciones de emergencia en Guatemala; reproducción intergeneracional e interétnica entre memoria y genealogía, luchas feministas y radicalización.

Altar de las Niñas

En el primer día del simposio, Lidia Delgado, estudiante de cuarto año de la Licenciatura en Letras y Filosofía por la URL, estableció un diálogo ético en torno al Altar de las Niñas y cómo este espacio se ha convertido en un ensamblaje que pone en movimiento la memoria colectiva, al brindar homenaje a la vida de las niñas y exigir justicia.

La propuesta es pasar la reflexión por la ética del cuidado feminista para dilucidar cómo es que el Altar convoca a cuerpos colectivos a organizarse políticamente a partir de los afectos, la memoria y la imaginación de otras formas posibles de relacionarse y de otra Guatemala posible.

Bajo el contexto del inicio de las jornadas de manifestaciones en el Paro Nacional 2023, Delgado recuerda que el presidente de turno Alejandro Giammattei y la fiscal general del Ministerio Público (MP), Consuelo Porras, notificaron «hechos vandálicos» en la Plaza de la Constitución luego de las declaraciones del presidente por medio de un mensaje pregrabado en cadena nacional la noche del 9 de octubre. Un grupo de personas, cuyos rostros estaban cubiertos por capuchas o máscaras, causaron destrozos y saqueos hacia el momento al Bicentenario. Por esta razón, la Policía Nacional Civil (PNC) lanzó gases lacrimógenos para dispersar a quienes se encontraban en la Plaza.

Las protestas del Paro Indefinido eran de carácter pacífico, por lo que, manifestantes, medios de difusión y la Municipalidad de Guatemala consideró la presencia de grupos de choque. Estos mismos «infiltrados» destruyeron el Altar de las Niñas en la noche del 9 de octubre del mismo año, afirmó Rosa Gallardo, de la colectiva Plaza de las Niñas 8 de marzo en una entrevista con el medio digital Ruda.

Las manifestaciones surgieron por el liderazgo de autoridades indígenas ancestrales para exigir la renuncia de la fiscal general del MP, de los fiscales Rafael Curruchiche y Cinthia Monterroso, y del juez Séptimo Penal, Fredy Orellana, acusados por desconocer los resultados de las elecciones generales 2023.

El Altar se ha mantenido por siete años en la «Plaza de las Niñas» como un símbolo dinámico de memoria, resistencia y un recordatorio de la impunidad sobre el caso. Sin embargo, la colectiva Plaza de las Niñas 8 de marzo denuncia que ha sido destruido en 18 ocasiones. A pesar de esto, el Altar siempre re(aparece), esto como una contra narrativa al olvido dictado por la historia oficial.

“Me separo de la idea de que el Altar es un signo pasivo en el que se representa un suceso trágico; es más que eso, es un símbolo que produce cosas sobre la realidad. Es decir, nos convoca a actuar”, detalla Delgado.

La rabia, el dolor y la indignación es lo que permite que el Altar se levante. Pero también es el amor, el compromiso y la fuerza de las mujeres feministas, lideresas indígenas, cuerpos disidentes y familiares de las víctimas que motivan a movilizarse por los derechos de las niñas. Luego de jornadas de trabajo colectivo, la última reconstrucción fue el 20 de octubre de 2023.

Por este motivo, Delgado describe que al Altar de las Niñas como un cuerpo colectivo que dignifica la memoria de las niñas y la transforma en una forma de resistencia, pues facilita el encuentro con «la otra» a través de los afectos. Las colectivas han reconstruido el espacio y lo toman como un punto de referencia para manifestar y exigir justicia. “Las luchas feministas no pueden omitir la existencia del Altar porque este las convoca a protestar contra los corruptos, contra la violencia deliberada hacia las mujeres y otros cuerpos feminizados y contra el sistema de impunidad”, expresa Delgado.

Esto lo explica a través de la ética del cuidado, que son un conjunto de conocimientos informales desarrollados históricamente por los cuerpos feminizados debido a la imposición de los mismos. Sin embargo, estos saberes son resignificados como vitales, especialmente basados en el autocuidado y del cuidado colectivo. De esta manera, Delgado también resalta que es por medio de la ética del cuidado que se retoma la imaginación política para pensar en formas alternativas de vinculación al sistema patriarcal-capitalista-colonial.

Las abuelas: diálogo entre la memoria y la genealogía materna

En el segundo y último día del simposio, la fotógrafa y artista visual Ana Lucía Marroquín, realizó una ponencia en la que dio a conocer el proceso y resultados de su investigación visual «Pertenencias».

«Pertenencias» nace del duelo personal tras el fallecimiento de su abuela materna. Marroquín tuvo acceso a los objetos que le pertenecieron y la llevó a reflexionar sobre la relación que las personas tienen con sus posesiones, así como la caracterización de la figura de las abuelas y el impacto que tiene en la identidad de las nietas.

“Soy creyente que los objetos toman valor cuando le pertenecen a alguien a quien amamos y a su vez son una prueba de la existencia de esa persona.  Una prueba tangible y un objeto que nos permite, en nuestro proceso de duelo, recordar la vida compartida. El objeto hablará sobre esa persona, sobre su personalidad, su carácter e historia. Ellos mismos son los contenedores de la memoria”, plantea Marroquín.

El proyecto consistió en entrevistar a 25 mujeres de diversas edades de la Ciudad de Guatemala en la se profundizó sobre los objetos conservados, su relación con sus abuelas y la manera en que permanecen en su memoria. De esta manera, Marroquín encontró cuatro aspectos en común a través de los testimonios recopilados.

Según la fotógrafa y artista visual, el primer elemento consiste en que todas las abuelas corresponden al lado materno de la familia. Esta figura ocupa un lugar central en las memorias autobiográficas de las nietas, especialmente en su rol de apoyo en la crianza. A menudo, las abuelas se presentan como transmisoras de sabiduría, valores (culturales y religiosos) y experiencias a las nuevas generaciones. Su presencia brindaba amor y sustento, por lo que su ausencia genera desestabilidad y obliga a reorganizar las dinámicas familiares, reconociendo el significativo aporte que representaron como el centro de la familia.

Muchas de las abuelas en «Pertenencias» fallecieron entre los 70 y 90 años y llegaron a la vejez como viudas. En este proyecto, la viudez se vio representada como un rasgo de autonomía y libertad, ya que las liberaba de los roles patriarcales de esposa y madre. Tras la muerte de sus esposos, las abuelas asumían el control del hogar. Este rol las convirtió en modelos a seguir para sus nietas.

De acuerdo con Marroquín, la segunda característica que se presentó es la migración interna que la mayoría de abuelas ejerció hacia la Ciudad de Guatemala. Por este motivo, trasladaban las historias, tradiciones y costumbres de su lugar de origen a sus hijas y nietas.

El tercer aspecto se relaciona a las profesiones y oficios de las abuelas, que en gran parte estaban relacionadas con las tareas del cuidado. Sin embargo, sus imágenes fluctúan desde la abuela tierna y amorosa, hasta la aguerrida y protectora. Dentro de este marco, se encuentra el cuarto y último elemento: la figura de las abuelas está intrínsecamente relacionada con la infancia de las nietas.

Mediante los objetos, se logra un acercamiento hacia la vida, costumbres y dinámicas de las abuelas, así como el tipo de relación que construyeron y sostuvieron con sus nietas.

Marroquín considera que las demostraciones públicas de dolor, como la exposición de «Pertenencias», son importantes porque ayudan a visibilizar la naturaleza universal del duelo y a partir de esto puedan cuestionar, recordar y nombrar. “Creo que la memoria de nuestras abuelas puede revalorizarse, nombrarlas a ellas, a sus historias y esas decisiones y carácter que también marcaron el camino de las mujeres de la familia. No olvidarlas es una tarea que tenemos como nietas, regresar al centro que fueron cuando los tiempos lo ameriten, heredar a otros sus recuerdos y enseñanzas”, puntualiza.

La artista pretende llevar a cabo una segunda revisión con la misma cantidad de mujeres, pero de diversas regiones de Guatemala. Este esfuerzo formará parte de su tesis de maestría en Literatura Hispanoamericana de Marroquín.